Capítulo VI, El Comienzo

«Cuando menos lo esperamos, la vida nos pone delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad».

Anónimo

-Ulrich, despierta, mi amor, despierta que se te hace tarde para llegar al trabajo.

-Uf, ¿Qué hora es?

-Son las siete menos veinte.

-Helga, escúchame, tuve un sueño increíble, fue tan real… tan terrible y tan esperanzador a la vez…

-¿Qué soñaste?

-Con el fin del mundo y el desarrollo de una nueva sociedad quinientos años en el futuro. Fue realmente increíble Helga, fue…

-Vamos campeón, a la ducha que se hace tarde y hoy te toca a ti dejar a los chicos en el Colegio.

-Si amor, ya voy, ya voy… Es que mi sueño fue una experiencia extraordinaria.

-Bah, fue sólo un sueño. Todos los días lo hacemos. Vamos. Apúrate.

-Pero Helga, de verdad… Fue increíble, escúchame, déjame contarte… Helga, Helga…

-Mi amor, ahora no tenemos tiempo, quizás a la noche… ¿Te parece?

-Está bien, a la noche, en la cena o… ¿En la cama? dijo Ulrich esbozando una sonrisa maliciosa.

Era la mañana del 12 de Diciembre de 2012, estaba nublado, hacía frío y se había anunciado lluvia. El invierno había sido caluroso y seco, con muy poca lluvia y prácticamente no había nevado. Ulrich Oversen, recién había dejado a sus hijos; Andreas de 8 años y Christel de 6 en la escuela primaria de Secheron y se dirigía a la Universidad de Ginebra por la Avenida Lausenne hacia el sur. El se desempeñaba como investigador en el CERN – Organización Europea para la Investigación Nuclear – pero ese día debía dar una clase en la universidad de Ginebra, en la que tenía la cátedra de Física Nuclear aplicada.

Encendió el radio de su auto para sintonizar las noticias de la mañana y, después de pasar por varias emisoras, se percató que en todas ellas estaban repitiendo la misma noticia.

-“Informamos a Uds. que se han producido en las últimas horas, una serie de movimientos sísmicos de gran magnitud y maremotos en varios países del mundo, incluso en países donde este tipo de fenómenos no son habituales, con gran cantidad de muertos y heridos… También han entrado en erupción varios volcanes en todo el cordón sísmico y volcánico de la Tierra”.

-“En la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y en el Uruguay, se produjo un sismo grado 8,2 en la Escala de Richter y un maremoto en el mar Atlántico que arrasó las costas de esos países, viéndose afectado como dijimos, desde el Uruguay, con la ciudad costera de Punta del Este que prácticamente desapareció, toda la provincia de Buenos Aires y hasta la Provincia de Río Negro. Se desconoce el número de muertos y heridos. Chile, país limítrofe con Argentina por el oeste, ha tenido un sismo grado 9.1 que afectó desde la ciudad de Puerto Montt, al sur del país y hasta la Ciudad de Antofagasta por el norte, en un tramo de dos mil quinientos kilómetros. También, en ese mismo país, se ha producido un maremoto de proporciones mucho mayores que a las sufridas durante el año 2010. Tampoco se conoce el número de fallecidos y heridos”.

-“Más terremotos se han producido en Japón, magnitud 8.9, en China de 9.0, en Irán de 8.3, en Rusia, en la región Siberia de 9.4, en Grecia con 8.1, en Turquía con 8.3, en México de 8.6, en Ciudad del Cabo en sud Africa, con magnitud 9.2, el Cairo, Egipto, con 8.8. Realmente todos estos movimientos sísmicos son de proporciones cataclísmicas… En estos momentos nos informan de un terremoto en Los Estados de Unidos de Norte América, en las ciudades de california, San Francisco y San Diego con una magnitud de 8.9. Hay alertas de maremotos en el todo el mundo. En Inglaterra se informa que están llegando olas de veinte metros de altura que están afectando a las ciudades sureñas del país. Se desconoce la magnitud de los daños, pero se presume que son cuantiosos en bienes materiales y pérdidas humanas”.

… “Interrumpimos este programa, para informar que el centro espacial europeo ESA acaba de comunicar que una fuerte tormenta solar se ha producido en el sol y el planeta será bombardeado en los próximos minutos por una fuerte radiación proveniente de esa estrella, la que provocará cortes prolongados en las telecomunicaciones y en la generación y distribución eléctrica. Le solicitamos a la población permanecer en sus casas o volver a ellas cuanto antes. El presidente del Parlamento Europeo y las autoridades de la OTAN… chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Dicho que …. chiiiiiiiiiiiiiii por esta… chiiiiiiiiiiiiiiii razón… chiiiiiiiiiiiiiiiii no…. chiiiiiiiiiiiiii entonces”… chiiiiiiiiiiiiiiiiiii más Interferencia radial, fin de la comunicación. 12-Dic-2012 – 08:15:51 AM

Una fuerte sensación de angustia apretó el pecho de Ulrich y se le hizo un nudo en la garganta. Pensó en sus hijos y en su esposa, en sus padres que vivían en Bonn, Alemania y en su hermano menor, Thomas… y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. El miedo comenzó a apoderarse de él…. Un sudor frío emanaba de sus manos y pies… Ulrich se dijo a sí mismo, cálmate, tranquilo, estás bien y todas las personas que están a tu alrededor parecen también estarlo. Respiró profundo, una, dos, tres veces intentando recuperarse. Ulrich permanecía en su coche que estaba detenido en un semáforo apagado igual que el resto de los automovilistas en la calle Terreaux du Temple con Temple, a unos pocos metros antes de cruzar el río formado por la desembocadura del lago Léman, rumbo a la Universidad de Ginebra. Todos los autos parecían estar detenidos sin funcionar. De pronto se dio cuenta que el motor de su propio vehículo se había detenido e intentó ponerlo en marcha sin resultado, probó encender las luces, pero éstas no respondieron. Cogió su teléfono móvil para llamar a su esposa y éste estaba apagado y no podía encenderlo. Era claro que la radiación solar ya había azotado a la Tierra, y tal como decía el comunicado de las noticias, ésta había afectado a las comunicaciones y a los sistemas eléctricos, se dijo Ulrich… Pero es la primera vez que se produce un fenómeno de esta magnitud, tanto así, que hasta los sistemas eléctricos de los automóviles se han dañado… ¡Increíble!… esto no va ser fácil de resolver… Este bombardeo de radiación electromagnética debe haber inutilizado prácticamente todos los satélites que tenemos allá arriba… El mundo ha quedado incomunicado… Y esa pobre gente que está sufriendo ahora producto de las catástrofes, ha quedado mucho más desvalida… ¡Qué horror!… ¿Y a cuánta radiación de rayos x y gamma nos habremos expuesto? Se preguntó como buen físico e ingeniero que era… Y rápidamente cayó en la cuenta que ya era un poco tarde para eso, ya daba lo mismo… Si había daño, éste ya estaba hecho.

Ulrich miró por el parabrisas de su auto, hacia el cielo y éste seguía nublado, muy nublado, y la mañana parecía estar mucho más gris y oscura de lo normal. Parecía que pronto se pondría a llover. La gente de los otros autos se bajaba de ellos y se miraban unos a otros desconcertados e intercambiaban comentarios en relación a la situación que estaban experimentando. Algunas mujeres lloraban y otras personas corrían de un lado para otro, sin destino aparente… mis hijos pensó Ulrich ¿Cómo estarán mis hijos? Mi esposa… A esta hora ya debería haber llegado a su trabajo. ¿Qué hago? Todo parece estar detenido. No hay electricidad, no hay radios, ni teléfonos… Ulrich bajó de su auto y se acercó a otras personas que estaban en el lugar… Les preguntó si sus teléfonos móviles funcionaban. Le dijeron que no. Finalmente, después de hablar con varias otras que se encontraban en el mismo lugar intercambiando información, decidió acercarse a unas que estaban en un edificio. Tampoco tenían energía. Preguntó si los teléfonos funcionaban, pero recibió la misma respuesta negativa. En ese instante, todos los que se encontraban en ese lugar, vieron como un avión comercial se precipitaba a tierra. Éste venía con sus motores apagados, planeando y pasó por arriba de ellos a un 250 metros de altura, en dirección hacia al aeropuerto de Ginebra, pero era claro que no lo lograría y, en menos de un minuto, sintieron la fuerte explosión producto de su caída y pudieron ver la tremenda humareda que se levantaba. ¡Qué tragedia, qué tragedia! Gritaba la gente, y varios se arrodillaron y se pusieron a rezar, a implorar a Dios, otros simplemente abandonaron el lugar rápidamente.

-Ojalá haya caído en los terrenos del parque de Beaulieu, dijo Ulrich en voz baja, … por la dirección que traía y la altura es probable que así haya sido. ¡Pobre gente! Ya no hay mucho que al menos yo pueda hacer por ellos, pensó… ¡Oh Dios mío! Todos los aviones en vuelo deben haber corrido la misma suerte, ¡Qué espanto! ¿Cuántas muertes se habrán producido en el mundo por esta causa? ¡Qué tragedia, santo Dios!… Todos los aviones con sus sistemas eléctricos inutilizados. Y ya desesperado, lleno de angustia decidió entonces dirigirse al colegio de sus hijos que estaba a unas dieciocho cuadras de ahí, hacia el norte, por la misma calle en la que había quedado varado, Terreaux du Temple, cuya continuación hacia el norte era la avenida Lausanne. Pero… ¿Qué hacía con su auto? ¿Dejarlo tirado ahí, en ese lugar en mitad de la calle? Bueno, se dijo, esta situación no va arreglarse fácilmente, está toda la ciudad comprometida, en verdad, todo el mundo lo está. Tomó su decisión, cerró su vehículo y se encaminó hacia su nuevo destino, la escuela de Secheron. Mientras caminaba a paso veloz, veía el miedo y la preocupación reflejados en la cara de todos los transeúntes, en todas las calles había caos, autos detenidos, gente corriendo, asustada, sorprendida. Se imaginaba lo desesperada que estaría su esposa al no poder comunicarse con él y, sus hijos, cómo estarían. Se dijo a sí mismo, para calmarse, que debían estar bien y tranquilos puestos que estaban en el colegio, con otros niños, con sus profesores. Mientras caminaba pensó en las noticias, en las catástrofes a nivel mundial que se habían producido y se preguntó si Suiza estaría a salvo de ellas. Se preguntó qué harían si se producía un terremoto, dónde se podrían refugiar. Lo más cerca de un terremoto que él había estado fue en Italia, de vacaciones, 4 años antes, con su familia, en la región de Abruzzo, en la ciudad costera de Pescara, donde experimentaron en carne propia con un sismo grado 5.8 en la escala de Richter. Fue tal su impresión, recordó, que con su esposa Helga decidieron abandonar ese país al día siguiente, y así lo hicieron. Para tranquilizarse se dijo que Suiza no era un país sísmico y, por tanto, era muy poco probable que pudiera registrarse ese fenómeno en el país. Pero rápidamente recordó que en las noticias que había escuchado en el radio de su auto, habían dicho que se habían producido sismos en lugares que nunca antes los habían sufrido. El miedo nuevamente se hizo presa de él. En su camino a la escuela, pasó por una intersección de calles que estaba llena de gente que gritaba, “es el fin del mundo, es el fin del mundo” y recordó entonces todas las profecías de diferentes procedencias, repetidas una y otra vez en televisión acerca del fin del mundo para diciembre de 2012 y un nudo en la garganta casi le impidió respirar… ¡No, no puede ser verdad se gritaba en su interior! ¡Esas son tonterías! se repetía una y otra vez para tranquilizarse. Y no pudo dejar de recordar su propio sueño sobre el fin del mundo que había tenido durante la noche y que había vanamente intentado relatarle a su Helga querida en la mañana al levantarse. Si, su sueño, ese sueño tan real que había tenido… Qué seria… ¿Una premonición acaso? No, se dijo así mismo, eso no existe, no puede ser verdad.

De pronto vino a su mente lo que había sucedido un par de meses antes, en las oficinas del CERN; los gorilas de seguridad del centro donde trabajaba, habían reunido a unos cuantos científicos entre los que él se encontraba, en una sala de reuniones y les habían dado una extensa charla de seguridad en la que, entre otras cosas, les dijeron que si un evento extraño se producía, debían dirigirse con sus familias a un lugar en las montañas cerca del poblado de Turtmann, al noreste de Ginebra, a una antigua base militar área y les entregaron un estuche en cuyo interior había un mapa, una credencial especial y un aparato localizador, el cual podrían activar en caso de peligro y que siempre debían llevar consigo. En ese momento nadie preguntó a qué se referían con un “evento extraño”, puesto que ninguno de ellos prestaba mucha atención a los temas de seguridad. Ellos estaban interesados y concentrados en sus trabajos y en la seguridad asociada a sus labores, no en la paranoia del encargado de seguridad del CERN, un Coronel retirado de las fuerzas de la OTAN que pasaba la mayor parte del tiempo descubriendo conspiraciones inexistentes. ¿Estarían anticipándose a algo como esto? Se preguntó Ulrich. ¿Y dónde fue que dejé ese comunicador… ¿En mi oficina, en casa, en mi auto? ¡Qué diablos! ¿Cómo puedo ser tan despreocupado y olvidadizo con algunas cosas? Si ahora tuviera conmigo ese comunicador, podría activarlo y seguro que recibiría ayuda… ¡Estúpido! espero ahora que aprendas tu lección…

Estaba sumido en esos pensamientos mientras caminaba hacia el norte, rumbo a la escuela de sus hijos, cuando de pronto una anciana lo agarró bruscamente del brazo, lo miró a los ojos fijamente y le gritó… ¡El fin de los tiempos ha llegado señor, ha llegado y todos moriremos, Ud, yo, todos!, y comenzó a llorar desconsoladamente. Ulrich atónito, trataba de consolarla al mismo tiempo que intentaba zafarse de ella, ya que lo tenía fuertemente agarrado de su impermeable. Cuando finalmente lo logró, y producto de las fuertes emociones vividas, se puso a correr, a correr como un loco desesperado varios cientos de metros y, al dar vuelta en la esquina de la calle Dejan con avenida Lausanne, vio la entrada al colegio de sus hijos. Al llegar a la puerta se encontró con la Directora y algunos profesores que estaban comentando lo sucedido y decidiendo qué hacer.

Ulrich, jadeante por su loca carrera, desencajado y casi sin aliento, preguntó…

-Mis hijos, ¿Cómo están mis hijos? ¿Dónde están? ¿Les ha pasado algo?

Tanto la Directora como los profesores, sorprendidos por la reacción de Ulrich, un tanto exagerada para su gusto, le pidieron a éste calma y le manifestaron que sus hijos, así como el resto de todos los niños de la escuela, se encontraban bien y estaban en sus salas de clases desarrollando sus actividades con normalidad. Después de todo sólo se trataba de un corte de luz y de la pérdida de las comunicaciones telefónicas. Y así fue como Ulrich, que era el primer padre que había llegado a la escuela después de lo ocurrido, se percató que ellos no tenían ni la menor idea de lo que estaba pasando en el mundo, así que procedió a informarles acerca de todo lo que había escuchado en las noticias y de la situación que se vivía en las calles. 12-Dic-2012 – 9:00:07 AM.

Una vez que Ulrich terminó su historia, todos quedaron muy preocupados y sin tener una clara idea acerca de qué hacer. La Directora, doña Agnes, que era una mujer ya mayor, sobre los 55 años de edad, con mucha experiencia y acostumbrada a tomar decisiones, pidió calma y les dijo:

-Sea lo que sea que esté pasando en el mundo y aquí en la ciudad, los niños que están en este colegio son ahora nuestra responsabilidad, así que haremos todo lo necesario para que estén bien y entregárselos sanos y salvos a sus padres una vez que se vaya normalizando toda esta situación… ¿De acuerdo?

-De acuerdo dijeron todos.

-Bien dijo Agnes, esto es lo que haremos. A todos los profesores que tienen a sus hijos en otra escuela, les daré permiso para que vayan a buscarlos y se vayan a sus casas, o bien se vengan aquí, a refugiarse mientras las autoridades se hacen cargo de lo que está pasando. A los padres que lleguen les entregaremos a sus hijos y si están muy lejos de sus hogares les daremos asilo.

-¿De acuerdo?

-De acuerdo dijeron todos nuevamente.

Adrian, ve a la cocina y junto con el personal de esa dependencia hagan un catastro de la comida que hay, ya que seguro pasaremos un tiempo largo aquí hasta que la situación se normalice y le informas a Jean Paul.

-Si señora de inmediato.

-Jean Paul, con la información que le entregue Adrian, Ud vaya al supermercado de la calle Du Valais y vea qué puede comprar de comida y consiga linternas, pilas y cualquier otra cosa que sea necesaria para pasar esta emergencia.

-Si señora.

-Klauss, las sirenas del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional, no han sonado todavía y no dependen de la energía eléctrica para hacerlo, ya que se pueden activar manualmente. Por favor vaya al centro más cercano y pida instrucciones. A lo mejor es necesario abandonar la escuela e irse a uno de los refugios atómicos más cercanos, que entiendo están preparados para apoyar a la población frente a cualquier tipo de emergencia.

-Muy bien señora Agnes. Por cierto, el refugio más cercano para que lo tenga en cuenta, es el que está en el ITC world Trade Center, al otro lado de la estación de trenes de Lausanne, en la calle de Montbrillant.

-Gracias Klauss.

Y así siguió ella dando instrucciones a su personal. En cuanto a Ulrich, éste pidió ver a sus hijos para constatar que estuvieran bien.

-¡Christel, Andreas! ¿Cómo están?

-Hola Papito, le dijo Christel y le dio un tierno beso en la mejilla. Ulrich la abrazo y la beso. Andreas estaba unos pasos más atrás que su hermana, como esperando su turno.

-Hola Papá dijo Andreas, estamos bien ¿Y qué estás haciendo aquí tan temprano si hace tan poco tiempo que nos dejaste en la escuela?

– Ulrich pensó por un momento en su respuesta y dijo:

–Andreas, he venido porque quería asegurarme que estuvieran bien. Eso es todo… Ginebra se ha quedado sin energía eléctrica y me preocupé por Uds.

-Pues si Papá, aquí también estamos sin luz, pero nos encontramos bien y hemos seguido en clases. Con la Sra. Erika abrimos las cortinas de la sala para tener luz natural.

-Qué alegría saber que están bien, así que… bueno no les quitó más tiempo, vuelvan a sus salas, ¿Sí?

-Si papi dijo Christel, pero me gustaría quedarme contigo, ¿Puedo? Ulrich nuevamente la abrazo y la beso, dándole un empujoncito en el trasero, diciéndole adiós con su mano.

Andreas también se acercó a su padre, lo abrazó, lo beso y se fue corriendo, junto con su hermana a sus respectivas salas de clase.

Y ya mucho más tranquilo decidió quedarse en el colegio, ya que por ahora era un lugar seguro y su casa estaba un poco lejos como para irse con ellos caminando hasta allí. Además, el lugar de trabajo de su esposa Helga, el museo de Ariana, estaba bastante cerca de Secheron y era muy probable que también ella intentara llegar a la escuela como primera opción. Así que la esperaría o bien, si no llegaba antes de una hora, el mismo iría a buscarla.

En el intertanto, más padres desesperados como Ulrich seguían llegando, unos más alterados, otros menos, pero lo cierto es que la Sra. Agnes hacía gala de su maestría para manejar situaciones difíciles y ya los tenía a todos sentados en la sala donde se reunían los profesores, pidiéndoles que no retiraran aún a sus hijos hasta que hubiera más información de los sucesos acontecidos y de las medidas que tomarían las autoridades de la ciudad. 12-Dic-2012 – 09:20:17 AM.

En el Museo de Ariana, conocido también como el Museo de la cerámica y del cristal, todo era tranquilidad. El público recién comenzaba a aparecer habitualmente después de las 10:30 de la mañana. Helga era siempre la primera en llegar, y como todos los días, aproximadamente a las 8:15 ya estaba cruzando la enorme puerta que daba acceso al Museo. Al entrar al gran lobby del edificio, le llamó la atención que todas las luces estuvieran apagadas. Harold, uno de los guardias de seguridad, la saludó y le comentó que hacía menos de un minuto que la energía eléctrica se había cortado y que Kurt estaba revisando por qué el generador de emergencia no había encendido. De inmediato Helga buscó su teléfono móvil en su cartera para llamar a Ulrich y grande fue su sorpresa al constatar que éste no funcionaba.

-Harold, qué raro, mi móvil está apagado y no enciende ¿Me presta el suyo un momento para llamar a mi marido?

-Claro, como no señora Helga.

Harold saco de uno de sus bolsillos su teléfono móvil y se lo pasó a Helga.

-Harold, su teléfono tampoco funciona.

-Pero que raro señora, si hace unos minutos hablé con uno de mis hijos… déjeme ver, pues si, tiene razón, no funciona.

De pronto apareció Kurt, ofuscado y dijo…

-Harold, nada parece funcionar. El generador no enciende, intenté avisarte por radio, pero mi aparato no opera, usé el teléfono que está en el subterráneo para llamarte y está muerto, nada anda… ¿Qué está pasando?… ¡Oh perdón señora Helga!, no la había visto, buenos días.

-Buenos días Kurt y no se preocupe, Harold y yo estamos tan sorprendidos como Ud.

En eso, Giuseppe Napolitano, Director de Ariana, entró con la cara desencajada al lobby del Museo en donde se encontraba Helga con los dos guardias de seguridad… Y les dijo en tono desesperado…

-¿Acaso no saben lo que está sucediendo en el mundo? Parece que las famosas profecías con las que nos han estado bombardeando en todo este último año, en el cine y la televisión, se están haciendo realidad.

Tanto Helga, como Harold y Kurt miraron desconcertados y estupecfactos a Don Giuseppe, y Helga exclamo…

-Bueno, pero díganos… ¿Qué está pasando?

Y Giuseppe comenzó a relatarles acerca de todo lo que había escuchado en las noticias cuando venía en su auto al museo y que también, al igual que otros muchos automovilistas, su coche se había detenido en la calle sin poder hacerlo funcionar y tuvo que recorrer el trecho faltante a pie, hasta llegar a Ariana.

Se encontraban escuchando atentamente a Giuseppe, cuando sintieron a lo lejos un fuerte estruendo, como si hubiera habido una explosión.

-Giuseppe, sobresaltado, preguntó…

¿Qué fue eso? Pareció ser una explosión. ¿Qué haremos? ¿Qué está pasando, Dios mío?

Al cabo de unos minutos, varios otros trabajadores del museo comenzaron a llegar. Muchos de ellos muy asustados y nerviosos, puesto que durante el trayecto se habían informado por las noticias de los acontecimientos cataclísmicos que estaban azotando al mundo entero.

Helga, por su parte, ya bastante asustada por las noticias recibidas, se dirigió a su auto para constatar si era cierto que éstos no funcionaban. Al intentar abrir la puerta con su control remoto, éste no respondió. No le quedó más remedio que abrirlo con la llave. Se subió he intentó encender el motor de su coche sin resultado. Se sintió indefensa… y un miedo paralizante comenzó a invadirla… Pensó en sus hijos, en Ulrich y un fuerte deseo de estar con ellos comenzó a crecer con fuerza en su interior. Ulrich, Ulrich, ¿Dónde estás amor mío? Como deseo que estés aquí ahora, se decía… por favor ven, ven a buscarme… Dios mío ayúdame, no me dejes y no permitas que algo malo le pase a mi familia, por favor, por favor y se puso a rezar… Al cabo de unos 10 minutos, Helga, un poco más tranquila, salió de su vehículo y volvió al lobby. Allí ya había varios de sus compañeros, muy alterados todos, con mucho miedo y ansiedad reflejados en sus rostros. Don Giuseppe hacía un llamado a conservar la calma y les dijo a todos que quedaban en libertad de volver a sus hogares hasta que todo se resolviera.

Rápidamente todos se retiraron juntos de las dependencias del Museo de Ariana. Helga pasó primero a su auto, para cambiar sus zapatos por zapatillas de deporte. Ella siempre traía un par en el porta maletas. Ya más cómoda se reunió con el grupo de compañeros que la esperaban para irse. Después de recorrer los 100 metros que cubrían la hermosa entrada al Museo desde la calle principal hasta su puerta de entrada, llegaron a la Av. de la Paix y efectivamente encontraron a todos los autos que habían estado circulando detenidos en diferentes puntos de la calle. Muchos ya estaban abandonados y a medida que avanzaban, veían gente arrodillada en las calles rezando, otros comentando lo sucedido y otros caminando muy apurados. Pero el factor común en todos ellos era el enorme miedo reflejado en sus caras. Era claro que lo que estaba aconteciendo los superaba a todos. Una vez que llegaron a la plaza de las Naciones, el grupo se dividió, así que todos se abrazaron y se despidieron deseándose la mejor de las suertes. Unos tomaron la calle Giuseppe Molta hacia el sur, otros por la ruta de Ferney al Oeste, y Helga con otra compañera tomaron la Av. Francia hacia el este. 12-Dic-2012 – 09:20:17 AM

Ulrich, inquieto y dado que todo estaba bien en la escuela de sus hijos, decidió ir en busca de su esposa, así que tomó Av. Blanc hacia el norte hasta llegar a la Av. Francia donde enfiló hacia al oeste y al llegar a la intersección con Eugene Rigot, pasado las líneas del ferrocarril, se encontró con su Helga querida. Al verse, corrieron el uno hacia el otro y se fundieron en un fuerte abrazo, ambos llorando de la emoción de encontrarse y saber que estaban bien. 12-Dic-2012 – 9:30:02 AM

-¿Cómo están nuestros hijos? Preguntó Helga.

-Bien mi amor, están muy bien… Están en la escuela… Agnes tiene todo controlado.

-Qué alivio, no sabes las cosas horribles que han pasado por mi cabeza en este último rato, Ulrich.

-¡Oh, perdón!, te presento a mi compañera Rosmarie… Ella y yo veníamos en esta dirección. Ella se dirige a su departamento en la calle De Butini, frente al parque Du Chateau Banquet, a unas pocas calles del colegio.

-Bien, mucho gusto en conocerte Rosmarie y lamento que sea en estas circunstancias.

-No te preocupes, el gusto es mío.

-Bueno apresuró Ulrich, ¿Continuamos?

-Sí continuemos dijo Helga, me muero por ver a mis niños.

-Sí, y yo por llegar a mi casa, dijo Rosmarie.

Y así siguieron viaje hacia la escuela primaria de Secheron, comentando todo lo ocurrido. Una vez que llegaron a su destino, Helga y Ulrich se despidieron de Rosmarie con un fuerte abrazo, deseándose lo mejor para enfrentar los momentos tan duros y difíciles por los que estaban pasando. 12-Dic-2012 – 9:40:06 AM

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